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Raúl Renán, sobre Trazos de esgrima
Borra la arena
los trazos de esgrima
el olor de Granada
el fulgor…
He aquí a modo de epígrafe la estrofa de un poema del nuevo libro de Mariana Bernárdez titulado Trazos de esgrima, que hoy en esta sede presentamos.
Era de esperarse que Mariana, tan aguerrida, dejara este testimonio, tan hábil para los fondeos de la esgrima en el idioma. Los lances chispean, lances certeros como inllorar, asoñarse, endolerse del cuerpo, biendiceme, me allueven los días, desazonado el corazón me ingrita. Este duelo en el corazón de las metáforas conduele.
El arte mortal de la esgrima doblado al arte poético ejecuta suertes leales a la habilidad del estoque-pluma, herramienta antigua de la escritura, que en Mariana resulta eficaz por su talento.
De aquellos versos escritos en Tiempo detenido, primer poemario de nuestra autora, de aquellos versos repito, a estos reunidos bajo el signo de la esgrima, una de las prácticas celebratorias de Saint John Perse, la distancia se mide con una producción poética respetable y dos vocaciones de enorme especialidad en María Zambrano y Ramón Xirau, donde la poesía y la filosofía se enlazan con la inspiración adecuada y el pensamiento elevado.
La poeta se manifiesta novísima como corresponde a todo artista respecto de su tiempo. Mariana ha internado su línea a la modernidad con la suavidad con que uno se acoge al calor del verano. La nueva lengua admite nueva sintaxis que pretende ser el testimonio de la naturaleza a la que pertenece en materia lírica, aunque, y cito: “Ninguna palabra abarca la inmensidad”, ella, lo sabe y sabe a su vez “lo que nostalgia el pensamiento”. En la memoria están los recuerdos que nos fueron formando y que hoy son la referencia sustancial de los poemas que están apilados en la estructura inteligente del libro.
Esa casa, esa familia, esos amigos, esos amores, y esas cosas queridas son palabras que se marcan concentradas en nuestro yo. Los poemas demuestran que los versos no recogen un instante, sino una versión de la vida y sus símbolos claramente expuestos, como lo señala la siguiente estrofa:
el árbol seco
mora a seis pasos de la puerta
todavía blanca
aún si miras desde el patio
puedes vernos diciéndonos adiós
…
mañana donde supe que para mí
no habría quien cerrara puertas
y asegurará la posibilidad de habitar un regreso.
Y fui quitando recuerdos
vaciando cuartos y apilando muebles
revisé papeles, quemé fotografías
quise aligerar el peso de lo vivido …
El andar del poeta deja prendas al paso, palabras en movimiento que conforman el gran libro de vida, la única senda de edificación de la obra poética. Es el tema de la personalidad que ostenta el nombre, tema en el que la reflexión celebra el interior, es decir, la memoria de las palabras. Lo declara en el primer verso que abre el libro: “Tanto buscarte palabra, dice, para encontrarte rota”. Como suele ocurrir en el diálogo, la palabra recibe el influjo de la voz, en este caso, escrita. La voz es del poeta y no puede dársela al poema porque “la voz se agrieta hasta llegar al silencio”. El silencio es “no pensar”, y por tanto, no hallar palabras. El rigor del poeta se levanta para: “Romper las palabras hasta su nacimiento”.
¿Y qué de la palabra que registra lo banal?, “Sea pues un poema blanco que no necesite ya de mi silencio”. Otras serán “las palabras en navaja acertada” y las palabras que acompasen los vacíos de la lluvia, “porque si las palabras no son puente”, “todo pensamiento ha sido inútil”.
He aquí el diálogo inferido por esgrima para que al fin la poeta como una suma de sus poemas concluya diciendo: “Tanto sosiego para sólo envejecer”.
Es propio afinar estas líneas hablando del libro físico, ejemplar de las ediciones que llevan por nombre “Sin Nombre”, una pieza despejada y limpia. Sus páginas son la lisura del limbo sobre el cual la tipografía flota, “se concentra en la aritmética de la línea”, diría Mariana. Obra editorial completa.
Mariana Bernárdez. Trazos de esgrima. México: UAM & Ediciones Sin Nombre, 2011.
Mariana Bernárdez.
Quisiera dar las gracias, y no demorarme en cómo o por qué se escribió este poemario, espero que su publicación haya sido una forma de transformar la circunstancia que lo motivó. Gracias porque están aquí y hemos podido concurrir en una ciudad por demás compleja, no sólo en sus vialidades, sino en la articulación de sus múltiples dimensiones.
Quisiera recordar que este libro ha sido posible por la intervención de Ramón Xirau, quien lo entregó en su momento a José María Espinasa, también reconocer la labor esmerada y cuidadosa de Ana María Jaramillo, quien además puso un empeño bárbaro para convocarnos. Debo señalar la generosidad y entusiasmo de todos ellos, y decir que publicar en Ediciones Sin Nombre es una de las más altas alegrías de mi vida. Muchas gracias.
Quisiera asimismo manifestar mi agradecimiento a la UAM, una de mis casas universitarias que ha apoyado mi trayectoria en diversas ocasiones, y a sus autoridades: al Rector General, Enrique Fernández Fassnacht; a la Secretaria General, Iris Santacruz Fabila; al Coordinador General de Difusión, Raúl Hernández Valdés; y muy en especial, a Bernardo Ruiz, Director de Publicaciones y Promoción Editorial y a Laura González Durán, subdirectora.
También quiero agradecer a mis presentadores, a Raúl Renán, quien lamentablemente no pudo acompañarnos físicamente en esta ocasión, a Marisa Escribano quien tuvo a bien leer su texto, y a Mauricio Carrera, a quien le extiendo una muy entrañable y doble felicitación, pues ha sido distinguido con el Premio de Ensayo Malcolm Lowry y el Premio a Mejor Novela Publicada José Fuentes Mares, recientemente. No puedo dejar de hacer una mención muy especial a Claudia Nierman cuya fotografía acompaña al libro, es un honor…
Asimismo, gracias a la Casa Refugio Citlaltéptl por abrirnos este espacio. Escribir es un asunto solitario, pero publicar es una travesía acompañada y yo he sido afortunada.