Con la participación de: Ana Clavel, Fabio Morábito, Federico Campbell, José María Espinasa y la autora.
Ana María Jaramillo consigue en Eclipses el devolver a figuras simbólicas la libertad de los seres encarnados. Si el símbolo se construye a partir de figuras mitológicas formadas en y por el tiempo es también él –el tiempo– lo que desgasta su sentido. La escritora los toma de la crisis misma que les da origen como texto y como realidad para tejer sobre ese eclipsarse en nombre del amor, del deseo, de la amistad, de los hijos o de la infancia, el instante en que se ocultan de la vista para nacer a otro mundo, en el que no los vemos, y en el que renacen cargados de sentido. Al fin y al cabo, como sabía Scherezada, no sin dolor e ironía, el día y la noche son en cierta manera fruto de un eclipse, es la propia tierra la que nos oculta el sol o la luna como una manera de medir el tiempo, de nacer y renacer cada día. El cuento, que la autora ya había practicado con fortuna en Crímenes domésticos, tiene la duración precisa para dar cuenta –y la feminización del género no debe pasar desapercibida– de ese ocultamiento que, visto desde allá, desde el otro lado, es una revelación.